La historia en la que tú decides- Capítulo 2

La historia en la que tú decides es una iniciativa creada por los blogs A new beginningMy real lifeTwinslandia, en la que cada blogger apuntado/a escribirá un trozo de una historia. Ahora es el turno de Twinslandia.
Capítulo 2


Me giré hacia el lugar por el que había venido, mirando la puerta, deseando poder largarme de allí, pero la realidad era que estaba rodeada por unos cuantos tíos bien cachas y no parecían precisamente muy amigables conmigo.
En un intento desesperado por huir, eché a correr hacia la salida, pero uno de los chicos me empujó, y sin apenas tocarme, caí al suelo de inmediato.

-¿Pero qué problema tenéis? –grité intentando no parecer intimidada.
-Nuestro problema eres tú –dijo uno de los chicos señalándome con el dedo.
-Está bien, ya me voy, es toda vuestra –les dije en un tono bastante pasivo. A partir de ahora no me iba a ocupar más de los problemas de mi amiga. -¡Paula, no me vuelvas a llamar! –elevé el tono de mi voz para que Paula, que estaba fuera del círculo sin preocuparse en absoluto por mí, pudiera oírme.

Aproveché el momento en el que Paula comenzó a hablar para salir pitando de allí, ni siquiera me detuve a escuchar qué estaba diciendo. Ese no era mi lugar.
Cuando estuve en la calle del bar, me dispuse a coger del bolsillo las llaves del coche, pero después de asegurarme bien, observé que las llaves no estaban donde tenían que estar.

-¿Buscas esto? –preguntó una sombra en el callejón que alzaba algo a lo alto. Tenían que ser mis llaves.
-¡Devuélvemelas! –me dirigí hacia él y empecé a saltar para recuperarlas.
El chico rio con una risa que estaba fuera de lugar para mí. Si fuera más alta se las habría arrancado de la mano de un zarpazo y le habría quitado esa sonrisa de la cara.

No podía acceder a ellas. Mi cabeza apenas le llegaba a su pecho y saltar no me servía de nada, por no hablar de que se notaba que tenía más fuerza que yo, el tío no es que fuera un fideo.
Cuando pensaba que la situación volvía a estar descontrolada, otra sombra apareció en el callejón y fue directa hacia nosotros.

-Ya la has oído, ¡devuélveselas! –dijo el recién llegado, con una voz masculina, la cual no reconocí.

Como veía que el otro no estaba por la labor, mi salvador le atestó un puñetazo en el estómago, y se tiró al suelo sollozando del dolor.
Le quitó las llaves de la mano y me las puso en la mía, mirándome a los ojos. Ahí es cuando finalmente pude ver su cara. Esos ojos verdes no eran la primera vez que los veía. Su cara me era muy familiar, pero no llegaba a recordar de qué me sonaba tanto.

-Te he salvado de una buena, ¿no? –dijo a la par que sonreía.
-La verdad es que sí, gracias. No suelo meterme en problemas, pero es que… bueno, es una larga historia. ¿De dónde has salido?
-Estaba al otro lado de la calle cuando vi que necesitabas mi ayuda.
-Podría habérmelas apañado, seguro –dije, aunque no muy convencida.
-Ya, claro –dijo, enarcando una ceja.

Me miró como si esperara a que dijera algo, aunque no supe cómo reaccionar. Seguía teniendo esa sensación de que lo conocía de algo, pero la iluminación no me llegó.

-Ahora que tengo mis llaves me voy a casa. De nuevo, muchas gracias por tu intervención –dije encaminándome hacia el coche.
-¡Espera! –dijo agarrándome del brazo, y me volví hacia él.

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